La mirada de

Marcelino

Castanedo,

1947

La Luna influía hasta para fallecer.

Marcelino nació el 25 de marzo de 1947 en Castanedo, un pueblo de Allande, rodeado de montañas, en el que termina la carretera. Su infancia estuvo marcada por la vida en el campo y el aprendizaje de las labores tradicionales. Desde muy joven, tuvo que ayudar en las tareas agrícolas y ganaderas, y fue testigo de la vida en una comunidad donde las costumbres y conocimientos en estas materias se transmitían de generación en generación. Recuerda con nostalgia las conversaciones con los mayores en las noches de invierno, en las que disfrutaba escuchando historias y refranes sobre la vida rural. “Eché mucho de menos a la gente mayor para consultar cosas, porque hoy ya no tengo a quien preguntar”, lamenta.

A los 20 años, Marcelino dejó el pueblo para cumplir el servicio militar, tras lo cual emigró a Avilés, como tantos otros jóvenes de su generación en busca de empleo en la industria. Trabajó en Alcoa, una fábrica de aluminio, donde permaneció durante décadas hasta su cierre. Fue un periodo de adaptación a la vida urbana, que describe como un cambio difícil. Marcelino observa cómo la vida en las ciudades ha reemplazado las conexiones familiares y comunitarias por la tecnología, comentando que “el teléfono nos aleja de quienes tenemos cerca.”

A pesar de la distancia, Marcelino nunca perdió el vínculo con sus raíces y se ha dedicado a plasmar sus memorias y el conocimiento popular en varios libros. Para él, es importante conservar estos saberes que fueron vitales en su juventud y que considera en riesgo de desaparecer. Su mirada nostálgica y reflexiva sobre el cambio de tiempos nos recuerda la importancia de valorar las historias y tradiciones que conforman nuestra identidad rural.

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el día 28/08/2024

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